Gonzalo de Fernández de Córdoba "Gran Capitán" y su única imagen de su tiempo conservada.

 EL TAMBOR A PRINCIOS DEL SIGLO XVI: GONZALO DE FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA.


Dedicamos un artículo al atambor y al Gran Capitán, don Gonzalo Fernández de Córdoba:


Partimos de la que sea, probablemente, la única fuente contemporánea conservada que muestra una imagen en vida del Gran Capitán. Se encuentra en la

Cronaca della Napoli Aragonese

MS M.801, fol. 127v

En la Escena:

 Giovanna, esposa de Fernando II de Nápoles llegando a Nápoles -- Procesión de dos jinetes conversando; hombre con sombrero, portando vara, caminando; Gonsalvo de Cordova, inscrito LO S(IGNOR) CONSARUO FERRANDO, con sombrero, gesticulando con la mano derecha, a horcajadas sobre un caballo embridado; Giovanna, esposa de Fernando II de Nápoles, inscrito LA S(IGNORA) INFANTA, coronada, a horcajadas sobre un caballo embridado, en conversación con Giovanni Borgia como cardenal inscrito MONSIGNIORE LO CARDINALE LE[G]ATO FIGLIO LO DEL DITTO PAPA ALESANDRO, con sombrero cardenalicio, a horcajadas sobre un caballo embridado; tres hombres portando varas, dos en conversación, todos caminando; y hombre inscrito LO S(IGNOR) DON DIMAO, a horcajadas sobre un caballo embridado.

Esta obra manuscrita fue elaborada en Nápoles, hacia 1498.



La segunda fuente es un libro de Diego Salazar, reimpreso en 1536[1], y cuya edición usamos:

Tratado de Re militar


Respecto a Diego Salazar, decir que su libro es una reimpresión de otro anterior (los privilegios reales de impresión eran por diez años) y está escrito en forma de diálogo entre el Duque D. Pedro Manrique de Lara[2] y el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, ambos muertos en 1515, en el que se abordan todo tipo de cuestiones de guerra, tanto del pasado como modernas. Aparece ya la referencia a Infantería Española Libro Segundo folio XII r) para referirse a los soldados o peones de a pie.

 

De igual manera, Salazar es el primero que describe la función del atambor y pífano en la Infantería española, dejando bien claro que hay dos tambores y pífano por cada Capitanía o Batalla:

“…Y porque los romanos dividían sus legiones que eran compuestas de hasta en seis mil hombres en diez cohortes, yo quiero dividir este nuestro escuadrón en doce capitanías o batallas, y componerlo de seis mil hombres de pie y daremos a cada capitanía quinientos hombres, de los cuales quinientos infantes los de ellos 200 tendrán picas y los otros ciento serán arcabuceros y los otros doscientos con que se cumplen el número de quinientos les daría rodelas y dardos con las otras armas que ya he dicho y de los armados de esta manera haría diez capitanías y batallas para presentar a la batalla campal, y las picas de estas diez capitanías llamaría picas ordinarias y a las otras dos capitanías con que se cumple el número de doce daría todas picas y llamarlas ya picas extraordinarias; las cuales todos basen en el número de seis mil infantes, daría a cada capitanía un capitán y cinco centuriones a los cuales llamaría cabos de batalla, y de estos en el compartir los cuatros regirían la batalla y las órdenes, y el uno daría por cabo de los arcabuceros. Ordenaría de más de esto los cabos del escuadran no como los ordena ahora sino cabos de 10 sobres y no de más como ahora les dan y darles ya el sueldo conforme a la gente se de decir A que sueldo han de haber estos cabos. Ordenaría después un general de todo el batallón y llamarle ya coronel de batallón ordenaría que cada capitán tuviese un alférez con su bandera y dos atambores y un pífano que fuesen en el número de los quinientos infantes y así sería compuesto por un escuadrón de doce capitanías…”  (Libro segundo, folio XVr)


En conclusión, en una escuadra o ejército habría 24 atambores y doce pífanos. Muy interesante, por cierto, es la función que tiene la música en esta época, descrita por Salazar:


“…Y si quieres mandar con la trompeta o atambor, conviene que del son con que se manda una cosa al son con que se manda otra haya mucha diferencia: de tal manera que no haya equívoco…

…Y que estas cosas que yo he dicho sean necesarias en un ejército como en Los Cabos, las banderas, y los atambores, se ve en que nosotros tenemos todas estas cosas en nuestros ejércitos... 




La bandera tiene de moverse conforme al sol del atambor, el cual son, siendo bien ordenado manda al ejército lo que ha de hacer, donde andando a tal paso que corresponde al son viene a de servirse fácilmente la orden… los romanos tenían flautas que ahora llamamos pífaros y hacían con ellos sones moderados en perfección porque en el caminar hiciesen como los bailadores, que se mueven conforme al son de la música, y ansí diferenciaban el movimiento según querían encender o amansar el ánimo de los hombres, y como lo sones eran vanos así diferentemente los nombraban, que el son que llamaban Dórico engendraba la constancia, y el que llamaban Frigio la furia…”  (Libro Quinto, folio XLVI)



 


[1] Salazar, Diego De Re Militari. Impreso en casa Miguel de Eguya, 12 de mayo de 1536. Los diálogos entre personajes que ya habían fallecido, como el Duque de Nájera y El Gran Capitán, es un tópico literario renacentista tomado de la antigüedad. Así, diálogos de muertos (en griego Νεκρικοί Διάλογοι) de autores tales como Luciano de Samostasa en el siglo II son imitados por autores españoles  humanistas como Alonso Valdés (1490-1532) en Diálogo de Mercurio y Carón.


[2] Pedro Manrique de Lara y Sandoval, Duque de Nájera (1443-1515)


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